Hoy quiero contarte mi experiencia reciente con la operación de apendicitis.
En este post te trasladaré una visión de lo que podrías esperar si alguna vez te encuentras en esta situación.
Domingo 18 de Febrero: El Inicio de la Apendicitis
Era apenas pasadas las 5 de la madrugada de aquel domingo.
El sueño se había evaporado, reemplazado por un dolor tortuoso que me obligaba a dar vueltas en la cama.
Todo apuntaba a los garbanzos de la cena anterior como los culpables de mi malestar.
Con el amanecer del domingo, y en lugar de disfrutar de una salida al parque con mi hijo, opté por quedarme en casa.
Esperaba que el reposo en el sofá aliviara el dolor.
Debo admitir que no suelo correr al médico por cualquier malestar.
A pesar de contar con un seguro médico privado, prefiero reservar esas visitas para casos de verdadera urgencia. La sola visión de una bata blanca me genera ansiedad, sin mencionar el temor que me provocan las inyecciones…
Pasé la mañana del domingo intentando recuperarme en el sofá.
Por un momento, pareció que el dolor, que hasta entonces me había parecido una simple mala digestión, empezaba a ceder.
Sin embargo, el alivio fue breve.
Por la tarde, sintiéndome culpable por no haber dedicado tiempo a mi hijo en la mañana, decidí llevarlo al teatro infantil.
La obra elegida fue “La gallina de los huevos de oro”, la cual pareció fascinarle.
Yo, por otro lado, luchaba por mantenerme presente, todavía afectado por lo que consideraba una indigestión persistente.
Internamente, me prometí evitar los garbanzos en el futuro, sin sospechar que el verdadero problema apenas comenzaba a manifestarse.
Lunes 19 de Febrero: La Confirmación de la Apendicitis
El lunes, el malestar evolucionó de un dolor generalizado a un agudo y localizado dolor punzante en la parte inferior derecha del abdomen.
Ni siquiera consideré la posibilidad de acudir al médico y continué con mi día, atendiendo correos y gestionando tareas del trabajo.
Mi compromiso con el trabajo es siempre máximo y lo afronto con gran seriedad.
No obstante, hacia el final de la jornada laboral, el dolor se volvió insostenible.
Fue entonces cuando tomé la decisión de buscar atención médica.
Solicité una cita en urgencias, donde me informaron de una espera estimada de 2 horas y media.
Bajo circunstancias normales, hubiese optado por no esperar, pero la intensidad y localización específica del dolor me convencieron de quedarme.
Después de la tediosa espera, finalmente fui atendido en urgencias.
Los exámenes realizados, incluyendo un chequeo con radiofrecuencia, confirmaron lo que nunca esperé oír: apendicitis.
Me comunicaron que era necesario extirpar el apéndice de inmediato y que debía permanecer en el hospital hasta que se realizara la cirugía.
Dado que no había habitaciones disponibles, mi noche transcurrió en la sala de urgencias.
Aunque los calmantes me mantenían en un estado de semiinconsciencia, haciendo más llevadera la situación, no pude evitar pensar en los compromisos personales.
Recordé que debía informar al grupo de WhatsApp de padres del colegio sobre mi imposibilidad de asistir a la cena que había organizado para conocernos.
La apendicitis había surgido en el momento más inoportuno, trastocando mis planes y sumiéndome en una situación de incertidumbre y preocupación.
Martes 20 de Febrero: Día en la Habitación
Afortunadamente, el martes amaneció con buenas noticias: una habitación se desocupó.
Pude cambiar la sala de urgencias por un espacio más confortable con una ventana que me conectaba con el mundo exterior.
Ese día, tuve el privilegio de estar acompañado por las personas más importantes de mi vida: mi esposa, hijo y madre.
Al estar bajo el efecto de los calmantes, que mitigaban el dolor, encontré la oportunidad perfecta para publicar una entrada para el blog que ya tenía escrita (esta) y sumergirme en la lectura.
Leí el libro titulado «Storytelling Salvaje», el último libro que había adquirido. Escrito por Isra Bravo, esta obra se convirtió en una fuente de entretenimiento y aprendizaje, ofreciéndome valiosos consejos sobre cómo escribir historias cautivadoras (te invito a consultar el enlace al final de este post para verlo en Amazon).
La habitación fue mi refugio durante todo el día.
Al llegar la madrugada recibí el aviso que tanto esperaba: un cirujano estaba disponible para mi operación.
Miércoles 21 de Febrero: La Operación de Apendicitis
Normalmente, me considero una persona bastante positiva y, a pesar de enfrentarme a una cirugía, mi optimismo no flaqueaba.
No obstante, en los minutos previos a la intervención, se sucedieron una serie de eventos que me llenaron de inquietud.
Cuando las Preguntas Surgen en el Peor Momento
En plena madrugada, fui trasladado hacia el quirófano en una camilla, acompañado por la preocupación visible de mi madre.
Ella, intentando calmar sus propios nervios, interrogaba a los auxiliares.
El problema era que preguntaba sobre detalles de una operación de peritonitis, a pesar de que mi procedimiento era una apendicectomía.
Ante sus preguntas, los auxiliares, comprensiblemente desorientados, no proporcionaron respuestas claras, lo que no hizo más que aumentar la tensión del momento.
Mi Mente Traicionera y Un Recuerdo Inoportuno
Mientras avanzábamos por los fríos pasillos hacia el quirófano, un recuerdo inoportuno cruzó mi mente.
Me acordé del caso reciente de un conocido que había sufrido una intervención errónea y le habían hecho una operación diferente a la esperada.
Este pensamiento, sumado al ambiente gélido y la soledad de ese momento, me llevó a un estado de nerviosismo evidente.
La Ansiedad Contagiosa de una Principiante
Al llegar a la sala de operaciones, me sorprendió el bullicio y la actividad frenética de un equipo mayoritariamente joven.
Me encontré solo en un pasillo blanco, aguardando en la camilla la llegada de la anestesista.
Me esforzaba por recordar el nombre del cirujano encargado de mi operación. Un detalle que, en ese instante de nervios, se me escapaba.
Pronto se acercó una enfermera joven para reemplazar la vía intravenosa que había sido instalada durante mi estancia en urgencias.
Desafortunadamente, los primeros intentos para insertar la nueva vía resultaron infructuosos, causando más incomodidad y derramando el líquido en mi brazo.
Afortunadamente, otra enfermera intervino con éxito, aunque olvidó colocar el suero en una posición elevada, lo que tuve que señalar.
Los Dichosos Sistemas Informáticos
Justo cuando la operación parecía inminente, y mis nervios alcanzaban su punto máximo, la anestesista apareció para hacerme algunas preguntas de rutina.
Mi ansiedad aumentó porque, a mi incapacidad para recordar el nombre del cirujano, se le sumó un breve momento de confusión:
¡Mi nombre no constaba en los sistemas informáticos!
Finalmente lo encontraron en la lista de nombres del día anterior y, tras aclarar la confusión y asegurarme de que estaba en el lugar correcto, la anestesista aplicó la anestesia general.
Los momentos de tensión dieron paso a la oscuridad tranquilizadora del sueño inducido, para ya finalmente comenzar la operación.
Recuperándome de la Operación de Apendicitis
Aquí cierro la parte 1 de mi aventura con la apendicitis, pero la historia está lejos de terminar.
La recuperación postoperatoria abre un nuevo capítulo lleno de desafíos y aprendizajes.
Pronto compartiré contigo el proceso de sanación, las lecciones aprendidas durante este viaje inesperado, y cómo enfrenté los días siguientes a la cirugía.
Estate atento a la segunda parte de esta crónica, donde te llevaré a través de cada paso en el camino hacia la recuperación.
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