Ayer me ocurrió algo inusual en el metro.
Estaba de pie junto a otros pasajeros cuando a una joven mujer a mi derecha se le cayó su móvil al suelo.
Me agaché para recogerlo, pero antes de que pudiera agarrarlo, el cuerpo de la mujer, con su rostro pálido, perdió sus fuerzas e iba directo contra el suelo.
Tuve el tiempo justo para reaccionar y evitar que su cara impactara contra el suelo.
Coloqué a la joven mujer en los asientos que rápidamente dejaron libres otros pasajeros y levanté sus piernas para que la sangre llegara a su cabeza.
La mujer se había casi desmayado.
Solo le dije dos cosas para que se recuperara: «Tranquila y respira.»
Otra chica joven del vagón le ofreció un caramelo y apenas 3 paradas después ya se había recuperado y se bajó del metro no sin antes darme unas profundas gracias.
De esta poco común anécdota quiero sacar varias reflexiones:
1. La Atención es Clave
Si hubiera estado distraído con el móvil, seguro no habría tenido tiempo de reacción para evitar un daño mayor. La cara de la mujer iba directa contra el suelo.
Este episodio me recordó la importancia de estar presente y consciente de nuestro entorno.
En un mundo donde nuestros móviles nos absorben constantemente, olvidamos lo crucial que es estar atentos a lo que sucede a nuestro alrededor.
¿Cuántas veces en el planeta se habrán perdido momentos importantes por estar absortos en nuestras pantallas?
2. Mantenerse en Forma Hace la Diferencia
Si no hubiera estado en forma, con fuerza en los brazos, no habría podido coger el peso muerto del cuerpo de la mujer cayendo.
Este incidente me ha subrayado la importancia de mantenerse físicamente activo y fuerte. No solo por nuestra salud, sino también porque en situaciones inesperadas, nuestra condición física puede marcar la diferencia entre ayudar o no poder hacerlo.
La fuerza y la agilidad son cruciales para responder eficazmente en momentos de emergencia.
3. Los Hábitos Adquiridos Nos Preparan
El movimiento de asistir a la mujer del metro, moviendo su cuerpo respetuosamente, poniéndolo tumbado boca arriba y levantando las piernas, me salió innato, casi automatizado. ¿Por qué fue así?
Mi teoría, y estoy casi seguro de ello, es que en esencia es casi el mismo movimiento que usaba unos años atrás para cambiar pañales. Por tanto, ser padre y cuidar de un bebé me ha dotado de reflejos y habilidades que aplico en situaciones inesperadas.
La práctica constante de cuidar y atender a un hijo desarrolla una capacidad innata para reaccionar ante emergencias de manera calmada y efectiva.
Conclusión: Ser Padre Nos Hace Mejores Personas
Puedo concluir que ser padre te hace mejor persona. Porque ese es el propósito de las buenas personas: cuidar y ayudar a otras personas.
La paternidad no solo transforma nuestro carácter, sino que también nos equipa con habilidades y reflejos que se manifiestan en nuestro día a día.
Cada pequeño acto de cuidado contribuye a desarrollar una empatía y una disposición innata para ayudar a los demás. Y no hay propósito más poderoso que el de cuidar y proteger a quienes nos rodean.
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«El verdadero gozo de la vida es ser usado para un propósito reconocido por uno mismo como un propósito poderoso.»
George Bernard Shaw, escritor
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