Diógenes era un filósofo griego que vivía como un auténtico sinvergüenza: libre, insolente y despreocupado.
Un día estaba sentado en plena calle, comiendo lentejas directamente con las manos, el plato más pobre y barato de la época.
Alguien se le acercó con aire burlón y le dijo:
— Si aprendieras a hacerle la pelota al rey, no tendrías que conformarte con esas miserables lentejas.
Diógenes, sin inmutarse, replicó:
— Y tú, si aprendieras a comer lentejas, no tendrías que rebajarte a hacerle la pelota al rey.
Han pasado más de dos mil años y esta historia es hoy más actual que nunca. Vivimos rodeados de personas que, por aparentar, por “encajar”, hipotecan su libertad hasta las cejas.
Mira a tu alrededor: mileuristas presumiendo de Mercedes, BMWs y Audis que no pueden permitirse. Esclavos voluntarios de la deuda y del qué dirán.
La moraleja es clara: sacrificar tu libertad es una gran estupidez.
Diógenes entendía algo que muchos ignoran: no es más rico quien más aparenta, sino quien más libre vive.
Diógenes sabía muy bien lo que le rentaba. Tú también puedes saberlo:
Abrazo.