Don Ernesto llevaba tres días postrado en la cama del hospital.
Solo, conectado a una máquina que pitaba de vez en cuando.
De repente, en un susurro, rompió el silencio:
— Ojalá no me muera… Me faltan tantos memes por ver.
La enfermera frunció el ceño.
— Tampoco terminé la última temporada de esa serie de dragones… Y tenía que petar unas bolas más en el Candy Krash…
Ahora la enfermera dejó de tomar notas y lo miró fijamente.
— Ni siquiera llegué a desbloquear el peinado azul para mi personaje del móvil… Qué lástima.
La enfermera se acercó, dudando.
— ¿De verdad? ¿Eso es lo que le duele?
Don Ernesto soltó una risa débil y negó con la cabeza.
— No… Nadie en la historia ha dicho eso al morir.
Silencio absoluto. Hasta la máquina pareció callarse.
Porque es verdad. Nadie va a lamentar en su lecho de muerte no haber pasado más tiempo viendo reels, mirando memes o subiendo de nivel en un videojuego.
Lo que sí lamentan —siempre— es no haber tenido el valor de hacer lo que de verdad querían hacer con su vida.
Porque cuando lo intentaste, cuando fuiste a por ello, aunque no saliera como esperabas, puedes morir en paz.
Y por eso mi libro:
Para subir el nivel del videojuego de tu vida.
Abrazo.