Estaba pensando en la película de Tarzán y pensé: si hoy camináramos en taparrabos, no habría tanto sobrepesado.
¿Por qué?
Porque no podrían esconder sus lorzas debajo de la camisa.
Y cuando no puedes esconder algo, o lo mejoras… o lo sufres.
Por eso con el buen tiempo llegan las “operaciones bikini”.
Porque, aunque nadie lo diga, hay competencia.
Sí, competencia.
El mismo motivo por el que un pavo real abre su cola como un abanico.
El mismo motivo por el que un chaval se parte el alma en el gimnasio.
Estamos programados para gustar.
Para reproducirnos.
Para sobrevivir.
Y como ya no cazamos jabalíes ni huimos de tigres, la competición se ha trasladado al físico, al dinero y a la habilidad de destacar.
¿Sabes por qué a muchos les salen esas chicholinas cuando se casan?
¿Por qué tantos casados tienen cuerpo de puré de patata, cuando de solteros estaban en forma?
Porque creen que su misión está cumplida.
Y dejan de competir.
Bajan la guardia.
Se dejan ir.
Gran error.
¿La lección?
- Si te expones, mejoras. El que se esconde, se estanca.
- Nunca bajes la guardia. El que cree que ya “cumplió”, está muriendo.
Simple. O compites o pierdes:
Para los que invierten en sí mismos.
Abrazo.