Vas caminando por una calle de adoquines.

Todos iguales. Grises. Indistinguibles entre ellos.

Pisas uno, los has pisado todos.

Nadie se detiene a mirar uno. Nada memorable.

Así vive el 99% de la gente: como un adoquín más.

Y luego se quejan de que no tienen los resultados que quieren.

Obvio. Si no te recuerdan, no existes.

Salvador Dalí lo entendió un día paseando por París.

Entró a una galería donde exponían varios artistas, incluido él.

Sus cuadros colgaban junto a otros igual de buenos.

Pero algo lo dejó frío: nadie se detenía en los suyos. Nadie preguntaba por “el tal Dalí”.

Salió furioso, pero no triste. Salió despierto.

Se miró al espejo esa noche y todo cambió.

Al día siguiente empezó su revolución:

Bastón.

Mirada de loco.

Bigote imposible.

Declaraciones que nadie se atrevía a decir.

No solo pintaba cosas surrealistas. Se convirtió él mismo en su propia obra.

Y entonces pasó lo que tenía que pasar: nadie volvió a olvidarlo.

Tú decides:

¿Quieres ser el adoquín gris que nadie mira?

¿O un adoquín rojo, brillante, imposible de ignorar?

No se trata de fingir. Se trata de vivir sin miedo.

Porque no intentarlo es ser egoísta. El mundo podría perderse a un genio.

Sí, créeme, ese genio puedes ser tú.

Así que no te escondas y actúa para ser un ancla mental en los demás.

Y para dejar de ser invisible, necesitas pensar con claridad:

Claridad Ancestral

El libro para dejar de ser parte del suelo.

Abrazo.