Hay una cosa que me revienta.

Y no sabía que era. Solo notaba que ciertas personas me molestaban.

Hasta que un día lo entendí: la gente que necesita una pared para vivir.

Tú los has visto. Están en la vida como si acabaran de correr una maratón. Se apoyan en las paredes como si no les diera el cuerpo para sostenerse. Como si la gravedad les pesara el triple.

Y no, no es su postura en sí lo que me enerva. Lo que me molesta es el mensaje que envían.

Porque el cuerpo siempre grita lo que la mente calla.

Esa gente que sube a un ascensor y luego se desploma contra la pared del mismo como si el trayecto fuera a durar una eternidad. 

Se espatarran a la mínima que pueden y lo que están diciendo con su postura es: “estoy derrotado”.

Y no solo lo dicen. Se lo acaban creyendo.

Porque el cuerpo manda mensajes al cerebro.

Y si te comportas como un derrotado, tu cerebro se amolda. Y se rinde.

¿Quieres energía? Empieza por parecer que la tienes.

Postura siempre erguida.

Mirada al frente.

Porque adoptar una pose de derrotado no solo te roba fuerza. Te entrena para no tenerla nunca.

Sé que tú no eres de esos.

Sé que tú descansas cuando toca. Que aprendes y creces.

Por eso precisamente, mi libro es para ti:

Claridad Ancestral

Abrazo.