El otro día haciendo la compra en el súper.
La cara de un tal Omar Montes en un Colacao.
Luego otra vez en la parada del bus anunciando patatas fritas.
Más tarde, en un cartel con una hamburguesa…
Mi primer pensamiento: “Otro influencer promocionando basura”.
Pero, ¿Por qué él y no otro?
Y como me obsesiona entender por qué unos influyen y otros pasan desapercibidos, decidí investigarlo.
Escuché sus canciones. Un espanto.
Así que no me detuve ahí y seguí investigando.
Le oí hablar. Y ahora sí entendí.
Cercano.
Divertido.
Campechano.
No vende canciones. Vende entretenimiento.
Y eso, amigo, vale oro.
Porque la gente quiere eso.
Quiere historias. Estamos programados para conectar con personas que no aburran.
Y cuando entiendes esto y lo trabajas, se abre una puerta de posibilidades.
Todo a través de la atención.
Atención para mandar tu mensaje.
Para vender lo que te dé la gana.
¿Te parece injusto o difícil?
Da igual lo que te parezca. La cuestión es que es así y hay que explotar esta regla del juego: entretener lo primero.
No ser aburrido.
Y si en vez de criticar a las personas que conocen esto, les observas, puedes aprender de ellos.
Porque captar la atención es un arte (el más lucrativo tal vez).
Y si no lo dominas, da igual lo valioso que seas: eres invisible.
No pares de analizar. No pares de aprender:
Abrazo.