Ayer por la tarde, paseo con mi mujer y mis hijos.

Pasamos por delante de una residencia.

Dos abuelos nonagenarios miraban desde sus sillas a un grupo de chavales grabándose un baile ridículo para TikTok.

— No entiendo muy bien esto que están haciendo —decía uno.

— Cosas de estos tiempos. Creo que comen demasiado plástico —respondía el otro.

Y aunque no he investigado la base científica de su teoría, no me parece descabellada.

Pero hay otra que me cuadra más: tiempos fáciles crean generaciones débiles.

Esos abuelos probablemente comían arroz y patatas mientras caían bombas.

Los chavales de hoy comen ultraprocesados y wifi.

¿Tú crees que si a esos abuelos les hubieras dado un móvil en su juventud se ponían a grabarse haciendo el mongolo?

Ni de broma.

Era otra época. Mucho más complicada.

Y por eso, mucho más fuerte.

Tenían hambre. De verdad.

Pero también hambre de vivir. De sacar a los suyos adelante. De sobrevivir, no de comer likes.

Hoy, con todo resuelto, el objetivo es “desconectar” del trabajo viendo Netflix.

La única guerra es contra la ansiedad que genera no hacer nada útil en la vida.

O puede que sí sea el plástico. A saber.

Lo que sí sé es que seguir tragando ruido no te va a aportar nada bueno.

Leer esto sí:

Claridad Ancestral

Probablemente, la mejor inversión que puedes hacer hoy.

Abrazo.