En nuestra sociedad actual, es común encontrarse con padres que llevan vidas frenéticas, tratando de equilibrar las exigencias profesionales con las responsabilidades familiares y sus aficiones.
Este ritmo acelerado no solo puede generar estrés, sino que también puede llevar a errores y olvidos.
En este post, reflexiono sobre la importancia de gestionar nuestras responsabilidades de una manera que sea más beneficiosa para todos, especialmente cuando se trata de nuestros hijos.
El Ritmo de los Niños
La velocidad con la que realizamos nuestras tareas varía entre adultos; algunos vivimos más deprisa que otros.
Sin embargo, todos los adultos tendemos a ir más rápido que los niños.
Ante esta diferencia de ritmos, tenemos 2 opciones: adaptarnos al ritmo de los niños o forzarlos a adaptarse al nuestro.
Yo me inclino claramente por la primera opción, ya que es más respetuosa con los niños y, bien ejecutada, conlleva beneficios para ambas partes.
Adaptarse al Ritmo de los Niños es el Enfoque Correcto
A primera vista, adaptarse al ritmo pausado de nuestros hijos puede parecer menos eficiente en cuanto al uso del tiempo.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, esta opción sí resulta ser más eficiente en cuanto a tiempo.
Te lo explico con un ejemplo personal que ilustra esta idea.
Anoche, excepcionalmente, deseaba ver el partido de España en la Eurocopa.
Tenía 2 opciones: apresurar a mi hijo de 4 años para que se acostara rápidamente o aceptar que me perdería parte del partido al seguir su ritmo.
Opté por la segunda opción, por supuesto. Ser padre implica no ser egoísta y poner las necesidades de tus hijos antes que cualquier capricho propio.
El Resultado
Junto con mi esposa, le leímos varios cuentos a nuestro hijo como parte de su rutina nocturna.
Al respetar su ritmo y rutina, se durmió rápidamente, y apenas me perdí los primeros minutos del partido.
En su lugar, si hubiera intentado apresurarlo, estoy seguro de que el proceso de irse a dormir habría sido mucho más largo y problemático.
Yo habría estado de mal humor por no haber visto gran parte del partido y, mucho peor aún, mi hijo podría haber asociado el momento de acostarse con algo estresante y negativo, complicando así futuras noches.
Conclusión
En resumen, adaptar tu ritmo al de tus hijos no solo les muestra empatía, sino que también facilita las rutinas diarias y fortalece tus relaciones familiares.
La próxima vez que te sientas apresurado, recuerda que las prisas son malas consejeras.
Tómate el tiempo para estar presente y disfrutar de estos momentos con tus hijos.
¿Te has encontrado en situaciones similares? ¿Cómo gestionas el ritmo frenético de la vida diaria? Te leo en los comentarios.
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