¿Alguna vez te has parado a observar cómo viven los niños? Sin prisa, sin prejuicios, con una energía y curiosidad implacables, como si cada día fuera una nueva oportunidad que no se puede desperdiciar.
Para enseñar a nuestros hijos, no hace falta llenarlos de teorías ni moldearlos a nuestro antojo; en realidad, la clave está en desaprender lo que creemos que sabemos. Y es que los niños pueden enseñarnos más sobre cómo vivir que cualquier manual de adulto.
Desaprende para Aprender de los Niños
Los adultos tenemos la tendencia a creer que sabemos más, que la experiencia nos da superioridad. Sin embargo, en muchos sentidos, nuestra experiencia se convierte en una barrera que nos limita.
A diferencia de nosotros, los niños no tienen el peso de los años ni de las expectativas sociales; ellos simplemente son.
Observa a un niño cuando se despierta por la mañana: no postergan la alarma (porque ni siquiera usan una); para ellos, dormir es solo un momento de reposo, pero vivir es una aventura que desean exprimir al máximo. ¡Quieren estar despiertos, quieren estar presentes!
Para poder criarles, primero debemos tener la humildad de reconocer que tenemos mucho que aprender de ellos.
En lugar de intentar transmitir nuestras inseguridades y temores, podemos dejarnos guiar por su ejemplo de espontaneidad.
Necesitamos desaprender nuestras propias barreras mentales, las creencias que nos frenan, y recuperar ese entusiasmo genuino que poseíamos cuando éramos niños.
Lo Que Tenemos Que Aprender de los Niños
Una de las lecciones más grandes que los niños nos ofrecen es su energía inagotable.
Los adultos solemos ver esa energía y pensar que es “propia de la edad”, que algún día desaparecerá.
Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Y si nosotros fuéramos los que hemos perdido algo esencial en el camino?
Esa energía no es solo física, es una actitud hacia la vida, una voluntad incansable de descubrir el mundo, de maravillarse con los detalles y de vivir sin miedo.
Los niños no necesitan razones para emocionarse; cada día para ellos es una nueva oportunidad para descubrir algo nuevo.
Ellos no se preocupan por el futuro ni se arrepienten del pasado, viven en el presente con una intensidad que nosotros solemos perder.
Esta actitud de curiosidad constante es fundamental para vivir una vida plena y sin barreras mentales.
Si aprendemos a mirar el mundo con sus mismos ojos, podemos entender lo esencial que es soltar nuestras preocupaciones y conectar de nuevo con la curiosidad y el asombro.
Además, los niños no cargan con egos ni prejuicios. No temen equivocarse, no tienen vergüenza de preguntar ni de mostrarse vulnerables.
Esta inocencia, esta pureza, es una gran lección de humildad para nosotros.
Los niños nos enseñan que necesitamos ser humildes, ser conscientes de que no lo sabemos todo y para ello debemos estar dispuestos a descubrir nuevas verdades, incluso si eso significa desaprender lo que pensábamos que sabíamos.
Conclusión
La próxima vez que estés con niños pequeños, observa cómo viven, cómo sienten y cómo enfrentan cada día con una sonrisa, sin miedo al qué dirán ni a lo que pueda pasar mañana.
Desaprende tus miedos y tus prejuicios; adopta esa curiosidad y energía de vivir que ellos exhiben sin esfuerzo. Porque, al final, el mejor maestro no siempre es el que más sabe, sino el que está dispuesto a aprender.
¿Qué opinas sobre este enfoque? ¡Déjame tus comentarios! Me encantaría leerte y responderte.
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“La verdadera sabiduría es reconocer la propia ignorancia.”
Sócrates, filósofo griego
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